Thursday, October 22, 2009

Mis amigos

Con Jorge Montenegro en el café MANOLO

Coco Montenegro: confieso que he vivido.

Lunes, 19 de octubre de 2009.

Dedicado a todos los compañeros de promo que quieren
ser papás (o que, por ventura, ya lo son).

"Esfuérzate, sé valiente, no temas ni desmayes".
Josué (1:9)




El encuentro fue aplazado por el tiempo y por desafortunadas omisiones mías (mala comunicación, le dicen, pues esto de concertar encuentros vía el Facebook no es tan sencillo como lo aparenta).
Ahora, lo espero por más de veinte minutos y llego a pensar que no vendrá y, en consecuencia, me dejará tirando cintura (como lamentablemente hice yo la vez anterior, pero la ley del Talión me resulta impensable en un pastor evangélico).
El pelo cortito (más corto que el mío que ya es decir bastante), un poco más bajo que yo, llega apresurado y alegre, de muy buen ánimo. Pronto sabré que su padre lo retuvo. Coco está agitado y tiene sed, por eso pide un jugo de papaya arequipeña y yo, a falta de cervezas heladas, uno de maracuyá., no queda otra: “Heladito el jugo, por favor”, le digo a la señora que nos atiende. Ambos ignoramos que un refresco de fruta será muy poco para una conversación que se alargará por casi tres horas en el café Manolo.

Le cuento que he terminado un nuevo libro de relatos, pero que no puedo dejar los antidepresivos. Él me hablará de su nueva Iglesia, de las situaciones límites en donde las drogas gobernaron su vida… me hablará de su resurrección (o lo que él llama un milagro, una prueba fehaciente de la existencia de Dios).
Yo también daré cuenta de algunas tribulaciones más profanas y egoístas, como mi amarga experiencia siendo censurado en mi propio colegio por un sujeto que no tiene la menor idea de todos los libros que hay en la biblioteca de su colegio.
Coco, es distinto, no se detiene en minucias, es más profundo (o intenta serlo y yo lo celebro, lo seguiré celebrando en silencio). Aunque, siempre hay momentos jocosos­: al recordar que amenazó con una pistola a Manuel Polanco lo vuelve, desde ya, un héroe de infancia.
Hay también espacio para la siempre saludable discrepancia futbolera, para la esperanza, para un reencuentro fraterno. “Quisiera verme con todos, espero que me acepten”, me dice cuando nos despedimos, como disculpándose por tener otra religión que lo volvería un apestado. Creo que soy el menos indicado para excusarlo. Solo sé que ha vuelto del infierno a punta de fe y que, gracias a su Dios o al destino, ha encontrado a una mujer que lo ama, ¿se puede pedir más? Sí, un hijo, que seguramente pronto llegará.

Wednesday, October 14, 2009